El entrenamiento con inestabilidad es una herramienta al alcance de muchos entrenadores y clientes, que podemos encontrarnos en muchas salas de fitness.
Dos grandes profesionales a nivel mundial sobre esta temática (aprovechamos para saludar de manera particular al Dr. Juan Carlos Colado desde estas líneas 🙂 publicaron un artículo sencillo pero al mismo tiempo muy claro y genialmente resumido (adjuntamos el cuadro con las conclusiones más importantes de los más de 50 artículos que incluyeron en dicha revisión).
La inestabilidad puede provenir a nivel de posturas (unilaterales, tándem), superficies (arena, hierba), plataformas de apoyo (wobble board, BOSU) o de determinados dispositivos (elásticos, cadenas, mancuernas de agua…).
Una de las cuestiones que debe quedar bastante claro, es que a nivel de producción de fuerza, velocidad de movimiento y potencia, el entrenamiento en inestabilidad produce una disminución de todos ellos respecto a un entrenamiento más estable.
A partir de ahí, normalmente se recomienda una magnitud de inestabilidad moderada, que puede ser implementada sin mucho volumen de trabajo en calentamientos, variaciones de ejercicios, y en mayor medida con poblaciones sedentarias, mayores o jóvenes, para construir un amplio patrón de respuestas motrices. Sin embargo, su uso con deportistas y personas que buscan un alto rendimiento, debe ser dosificado en su justa medida, teniendo en cuenta el aprovechamiento del tiempo de entrenamiento disponible y los objetivos prioritarios en el rendimiento de dicha persona.
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